
No sé si calificar como “criminal” o “miserable” a alguien que ha hecho lo que todos hemos tenido de perpetrar alguna vez.
Y es que a James Joseph Cialella, de Philadelphia (EE.UU.) le tocó aguantar a la familia pesada que va al cine a charlar en vez de a ver la película.
Cialella, molesto por el volumen de la voz de Woffard Lomax (cabeza de la familia), pidió silencio. Por supuesto, Lomax no se dio por aludido y siguió la charleta con su mujer e hijos. James procedió entonces a lanzar palomitas contra la familia, pero ninguno de los Lomax se dio por aludido.
No contaban con que Cialella había llevado al cine a su mejor amiga: una pistola calibre 380.
Así, el charlatán padre pudo ver cómo el afectado se levantó y fue hacia ellos presa de eso que en las películas llaman ansia ciega de venganza y no dudó ni un instante en apretar el gatillo para, si al menos no para siempre, al menos callar a Woffard durante el resto de la película.
Claro está, estas cosas no transcurren según lo planeado. Alguien llamó a la policía y a una ambulancia y, al final, ni los Lomax no pudieron seguir la conversación ni Ciacella pudo terminar de ver el film. Por cierto, el señor Lomax está bien (si a alguien le interesa).
Moraleja: las pistolas no arreglan nada. Si quieres silencio en el cine llévate un cuchillo o una jeringuilla con algún tipo de droga tranquilizante, que apenas hacen ruido.
P.S.: Si alguno pensáis que las películas violentas provocan este tipo de comportamientos os diremos que la proyectada en la sala era “El curioso caso de Benjamin Button” (la última de Brad Pitt).
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